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Saturday, November 19, 2011

REPORTE 6. LOS HORNOS DE HITLER por Olga Lengyel.

Bien, la semana pasada les platiqué sobre cómo fue engañada la familia Lengyel, así como muchas otras familias, además que vivieron momentos tensos por no saber cuál sería su paradero. Esta semana les platicaré sobre su llegada y las "habitaciones en las que se hospedaban", mejor conocido como la Barraca 26.

Pues bien, llegaron al campo de concentración, pero no se imaginaban qué futuro les depararía en estos; muchas personas seguían teniendo las esperanzas de que las cosas mejorarían, o que trabajarían para los alemanes, pues de cualquier manera que lo quieran ver, estas persona eran esclavas. Antes de bajar de los vagones, tuvieron que esperar una octava noche, en la que todos estaban hacinados en un rincón, pues tenían que separarse de los cadáveres que, incluso, ya estaban en estado de descomposición. ¡Imagínense que terrorífico tuvo que haber sido eso!

Al bajar de los vagones, se dieron cuenta de que serían reclutados en un bosque cercado con alambre de púas altamente electrificado, por lo tanto, no podían escapar con facilidad. Los dividían en dos grupos, uno a la izquierda y otro a la derecha; la primer selección que se hacía era separar a hombres de mujeres y niños, los médicos los separaban en otro lado con sus maletines quirúrgicos, lo cual les daba un aliciente de vida, pero no se imaginaban lo que vendría más adelante, pues se pensaba que llevaría a los enfermos a que los curaran, pero jamás pasó por la cabeza de ninguno que en realidad los llevarían a las cámaras de gas y de allí a los crematorios.

Más adelante, cuenta Olga, se hizo otra separación a la izquierda y a la derecha, esta sería la primer selección de quienes serían sacrificados, pero nadie sabía que eso sucedería. Los alemanes tenían todo muy bien planeado para no dar a sospechar. Las personas de mayor edad y los niños eran automáticamente ordenados que se pasasen a la sección de la izquierda (los que morirían primero), la única explicación que se les dio fue que los ancianos quedarían al cuidado de los niños. Olga dice que pensaba que los adultos quedarían para hacer trabajos pesados, en cuanto a los ancianos y los niños serían atendidos.

Aunque ella dice que cometió un grave error, a mi me parece que no cometió nada, pues lo que más quería ella era proteger a su familia, y dentro de la inocencia que guardaban, no identificaban lo maliciosos que eran los planes de aquellos militares inhumanos. Cuando llegó su turno de pasar con los seleccionadores, automáticamente pasaron al más pequeño a la izquierda, mientras que a la abuela, a Olga y su hijo mayor los pasaron a la derecha. El oficial preguntó si el niño mayor tenía 12 años, a lo que Olga respondió que aún no los cumplía, y lo pasaron a la izquierda. Pensando en el bienestar de sus pequeños, convenció a su mamá de acompañarlos para cuidarlos, a lo que la señora aceptó, y Olga hizo la petición de que mandase a su mamá con los niños, porque quería estar al cuidado de ellos. ¡Qué tristeza sentiría más tarde al saber que ella les ahorró el trabajo de seleccionar!

Más a delante, ella tenía que andar sola, pues a su familia la enviaron por otro rumbo: a los crematorios. A todas las mujeres las pasaron por cuartos, en donde las hacían desnudarse completamente mientras soldados borrachos las veían con morbo. Allí las despojaron de todas sis pertenencias: fotografías, prendas, joyas, y todo lo demás que era de gran valor. Aunque las hacían desnudarse, a muchas de ellas se les permitía quedarse con sus zapatos, claro, quienes tenían zapatos viejos, pues a los militares no les serviría de nada quedarse con cosas sin valor. Olga se quedó con sus botas de hule, pues a los soldados no les importó que se quedara con ellas porque estaban sucias y llenas de fango. Estas botas le fueron de gran utilidad, pues a todas las esposas de médicos se les hizo entregar todas las medicinas con las que contaban incluidos los venenos. Pero ella escondió el veneno en un cierre de las botas (dicho veneno todavía no sé para que sea, pero en cuanto lo sepa, les digo). Después de desnudarse, las enviaron a otro cuarto para examinarlas, les hacían exámenes orales, rectales y vaginales. Después las raparon , las depilaron, las bañaron con agua muy caliente y las desinfectaron, las pasaron a otro cuarto en donde les otorgaron sus prendas carcelarias, la distribución de las prendas no fue muy lógica, pues se las daban sin importarles si les quedaban o no, a algunas delgadas les tocaba ropa holgada mientras a las mas llenitas les tocaba ropa ajustada o incluso a muchas no les quedaba, pero no cambiaban ropa entre ellas.

Después se les llevó a otra parte, pasando por un edificio de ladrillos rojos, en la chimenea salía mucho humo, al preguntar qué era esto, una guía carcelaria dijo que era una panadería. Llegaron a sus habitaciones, la barraca 26. Esta parecía un establo, estaba todo sucio, y sus camas eran unas tablas en las que tenían que dormir casi amontonadas, muchas de ellas no podía ni moverse, otras preferían dormir en cuclillas, vivían en situaciones deplorables e insalubres, tenían solo 20 vasos y cucharas para 1,400 o 1,500 personas. En la noche no podían ni salir al baño, si se les ocurría salir, las mataban; y después preguntaban el motivo por el cuál habían salido. Sólo tenían derecho de ir 2 veces al baño. La barraca la tenían que mantener limpia, pero se preguntaban cómo lo harían si no tenían utensilios de limpieza, mas tarde decidieron cortar un pedazo de tela a aquellos vestidos largos de las mujeres a las que les quedaban grandes. En cuanto a la comida, les daban una sopa que sabía horrible, muchas veces tapaban la nariz y se la pasaban; como aquellos niños que se toman una medicina que sabe amarga. En la sopa, muchas veces encontraban latas, botones, maraña de pelo, llaves y hasta ratones. En una ocasión encontraron un alfiletereo. Esa sopa era de dudosa procedencia, pero con hambre se la tenían que tomar, a veces les daban un pedazo de salchichón del grosor del filo de un cuchillo. ¡Imagínense, yo en esa situación, ya me hubiese muerto de hambre!

Tanta era su hambre y su sed, que lo que más les importaba era saciarlas. En tiempo de lluvias, muchas mujeres se inclinaban para beber el agua que se estancaba dentro de la barrica, esa agua, obviamente era impura, pero ya no les importaba lo que sucediera, al fin y al cabo, la muerte era mejor que estar ahí dentro, esa podría ser una liberación.

A esas mujeres les hicieron escribir cartas a sus familiares, pero los soldados obligaban a escribir que estaban muy bien, y que vivían en otra ciudad, esto servía para engañar a los familiares de las mujeres y llevarlos, también al campo de concentración.

Esto es lo que les comparto esta semana, y les dejo un link que habla sobre el primer museo del Holocausto de Brasil, espero lo puedan leer.

Zuriel Valencia

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